jueves, 23 de mayo de 2013

Françoise Gilot en la obra de Picasso.


“Todos nos parecemos a un animal, menos tú, tú te parces a una flor”. Y así quedó inmortalizada, Françoise Gilot, como La mujer flor. Picasso y ella habían ido a visitar a Matisse a su estudio, y este quedó tan impresionado por Françoise que manifestó sus ganas de pintarla. Picasso sintió celos y se apresuró a retratarla antes que el pintor francés.


La mujer-flor, 1949.


Picasso y Françoise se habían conocido en París en la primavera de 1943. El pintor malagueño, deslumbrado por la joven, la invitó a que visitara su estudio. Así empezaba su historia. Así comenzó a retratarla. Cada vez que Picasso quería ver a Françoise empezaba a dibujarla, de manera que al cabo de unas horas, la muchacha aparecía por el estudio del artista. Picasso decía que era algo mágico, como cuando los primitivos pintaban un bisonte esperando que este apareciese para poder darle caza, de esta misma manera Françoise venía a él.

Retrato de mujer (Françoise Gilot) 2, 1944.




En 1946 Picasso y Françóise marcharon a vivir a Golfe-Juan, y tras pasar el verano visitando Ménerbes y Vallauris, volvieron estando ya Françoise embarazada. Fue entonces cuando Picasso concluyó el tríptico La joie de vivre (Pastorale), tomando el título de un cuadro de Matisse, reflejando la felicidad que sentía en aquella época junto a Françoise. 

La joie de vivre, 1946.



El 15 de mayo de 1947 nacía en París Claude, el hijo de ambos. Justo entonces tras una nueva visita al taller de Georges Ramié en Vallauris, Picasso comenzaba una intensa producción cerámica, realizando escasas obras en pintura y grabado.


En el otoño de 1948 Picasso y Françoise regresan a París tras pasar el verano en Vallauris en una pequeña casa llamada La Galloise. Françoise volvía a estar embarazada y justo en esta fecha es cuando Picasso trabaja el cuadro de La mujer flor y otros retratos de Claude Françoise. 

Femme assise dans un fauteuil, 1949.

Picasso pintó además una serie de naturalezas muertas con crustáceos y otra serie de caballeros con armadura, las cuales Françoise afirmaba años después en una entrevista que estaban inspiradas en ella.

Nature norte au poron, 1949.

Le grand homard rouge, 1949.





"Pablo pintó una serie de caballeros medievales con armadura, de cinturas finas, a caballo? todos ellos son yo. Se quejaba de que yo nunca me quitaba mi armadura. ¡Sí, porque no quería resultar muerta! También pintó muchas langostas? también son yo, con esa coraza protectora." 
(The Sidney Morning Herald, 2011)

Françoise assise in robe bleue, 1949.


Otra serie sobre Françoise que Picasso comienza en 1949 es la serie Femme assise, en la que aparece sentada en diversas posturas y con distinta vestimenta, pero en la que ya podemos apreciar una presencia más agresiva, con colores más oscuros y expresiones más severas.

En abril de 1949, nacía Paloma, su segunda hija llamada así en honor al símbolo que había creado para el Congreso de la Paz y que se repetía en todos los carteles que adornaban la ciudad. Picasso volcó su inspiración en sus hijos, Claude y Paloma, perteneciendo a esta fecha la mayoría de los retratos que realizó de ambos.

Femme qui dessine entouree de ses enfants, 1950.

Françoise, Claude, Paloma, 1951.

Con el deterioro de su relación, las imágenes de Françoise pierden la delicadeza y la suavidad que encontrábamos al principio. Similar a lo que ocurrió con Dora Maar en La mujer que llora, Picasso dejaba que los sentimientos trepasen en la tela y nos muestra a una Françoise mucho más dura y tosca. La mujer flor se había marchitado para Picasso, había abandonado al minotauro, había abandonado al genio.


Françoise, Claude, Paloma, 1954.


Françoise Gilot: Conclusiones y bibliografía.


"Mientras vivíamos separados todo era perfecto; cuando estuvimos juntos, todo empezó a ir peor". "El era muy posesivo, y yo, muy independiente. Exigía que yo renunciara a mi mundo para vivir en el suyo; eso habría sido posible con otras mujeres, pero no conmigo".


Françoise Gilot fue la única mujer de picasso que pudo rehacer su vida tras una relación de 10 años con el maestro. Le conocía bien, posiblemente mejor que ninguna, ya que a diferencia de Maar, Marie-Thérèse, Khokhlova y Jacqueline, sabía perfectamente que su deber como mujer le impedía convertirse en presa del minotauro. Su carácter e independencia le permitieron continuar con su vida sin sacrificar aquello que verdaderamente amaba, sus hijos y su arte. Sin embargo, fue muy consciente de lo mucho que aprendió observando al maestro. ‘’A Pablo lo más importante fue verle trabajar, y concretamente esa intensidad imponente con que trabajaba. Si uno pintaba, no podía hacer otra cosa. La pintura, no es que fuera lo más importante, es que era lo único que importaba. Cuando le conocí, yo ya pintaba, pero me interesaban un montón de cosas más. Hacía equitación y otras muchas actividades. Él consideraba que si se era pintor, se era pintor todo el tiempo, cada minuto. ’’

Oceanic woman, 1986
Gilot siendo muy joven sacrificó su relación familiar por ahondar en el mundo de la pintura. Permitió que su interés por el arte prevaleciera sobre todo lo demás. Así ocurrió con Picasso, le amaba, le admiraba, pero sabía que ser fiel a uno mismo era más importante que mantenerse a la sombra de un genio como Picasso. 

A continuación os dejamos la bibliografía que hemos utilizado:

- GILOT, FRANÇOISE, Le regard et son Masque, París, Calmann-Lévy, 1975.

- GILOT, FRANÇOISE y LAKE, CARLTON, Vida con Picasso, Barcelona, Bruguera, 1965.
- PICASSO, PABLO, Picasso : el eterno femenino : [exposición] Fundación Canal, Madrid, del 02.02.12 al 08.04.12 / [textos, Mario Virgilio Montañez Arroyo], Madrid : Fundación Canal, D.L. 2012.





martes, 21 de mayo de 2013

Dora Maar: Conclusiones y bibliografía



Dora Maar fue  una de las artistas más originales de la primera mitad del siglo XX. Su prolífica obra abarca pintura, fotografía y poesía. Ya nos hemos preguntado aquí qué hubiera pasado si no hubiese conocido a Picasso, ¿Habría caído en picado entonces? No podemos sentir sino tristeza por todo ese talento estrangulado, pero más aun por esa vida de retiro forzoso y fervor demente.
Sin embargo, tras la revisión de su biografía y obra, nos quedamos con todas esas piezas que muestran un riquísimo mundo interno y un talento innegable. Además, y por suerte, hay grandes profesionales, como Victoria Combalía, ya mencionada en este blog, que han recuperado la obra de la fotógrafa en valiosos textos como  “Dora Maar con o sin Picasso”, que incluye también textos de Mary Ann Caws.
Os dejamos la bibliografía que hemos usado para que podáis seguir profundizando el esta fascinante artista:

VV.AA., Dora Maar con o sin Picasso, Destino, 2000

Chadwick, Whitney, Les femmes dans le mouvement surréaliste, Thames and Hudson, 2002

Drouot Richelieu, Les photographies de Dora Maar : une histoire, des oeuvres, Paris, 1998

Maar, Dora (1907-1997), Dora Maar Fotógrafa, Valencia : Bancaja, 1995.

Judi Freeman, Picasso and the weeping women: the years of Marie Thérèse Walter and Dora Maar, Rizzoli, 1994

Roy MacGregor-Hastie: Picasso's women, Harpenden: Lennard Assoc., 1988

James Lord: Picasso and Dora: a memoir, Nueva York, Farrar, Straus & Giroux, 1993



Biografía de Jacqueline Roque


Jacqueline Roque nace el 24 de febrero de 1926 en París. Cuando cumple dos años, su padre les abandona, obligando a su madre a trabajar largas horas de portera, en un lujoso edificio cerca de los campos elíseos. Una figura influyente en su vida fue su tío el abad Bardet, quien le inculcó valores como la humildad y la modestia.  



          
                                                                      Jacqueline Roque

A los 18 años su madre sufrió un derrame cerebral y murió. Dos años después contrajo matrimonio con André Hutin, un importante ingeniero, con quien tuvo a su primera hija, Catherine Hutin-Blay. La joven familia vivió durante una temporada en África, actual Burkina Faso, por motivos de trabajo de André. Cuatro años más tarde, Jacqueline decide regresar con su hija a Francia y divorciarse, sospechando que su marido le era infiel. Se trasladan a la Riviera francesa y empieza a trabajar en la tienda de su prima, La alfarería Madoura, en Vallauris. En 1953, a los 27 años conoció a Picasso. Sus exóticos rasgos le recordaron a la joven que aparece con un narguile en ‘’Las mujeres de Argel’’ de Delacroix.  Así la retrató poco después en ‘’Mujer vestida de turca’’.

 Las mujeres de Argel, Delacroix, 1834

 Mujer vestida de Turca, Picasso, 1955

La segunda vez que se vieron fue en la alfarería donde ella trabajaba, Picasso tenía 72 años y Jacqueline era una belleza de ojos verdes de 45. Seis meses después deciden casarse en secreto. Desde el comienzo de su relación, Picasso pintó en numerosas ocasiones a Jacqueline. Era la única persona cuya presencia toleraba mientras pintaba en el taller.  Estaban tan unidos que rara vez uno salía de casa sin el otro. 

   Jacqueline y Picasso

Durante los últimos años de vida del pintor, Jacqueline comenzó a beber de forma excesiva. Se veía muy afectada por la agonía de su marido, y la complicada relación de ambos con los hijos y nietos de Picasso.
En abril de 1973 Picasso fallece. Jacqueline cae en una profunda depresión que no consigue superar. En la madrugada del 15 de octubre de 1986, se suicida disparándose en la sien. 

"Eros y poder en Pablo Picasso" Mayra Molina Vernet

Aquí os dejamos un interesante artículo desde la perspectiva psicoanalítica sobre la relación entre el poder y lo erótico en Pablo Picasso. Su lectura puede complementar muy bien las reflexiones que aquí se vierten.
¡Que lo disfrutéis!

http://www.adepac.org/P06-126.htm

"Ellas pasan, la obra queda" Sabartés

Retrato de Jacqueline Roque, 1954


Jacqueline Roque es la más odiada de las musas de Picasso. Dicen que fue la que encerró al minotauro, la que prohibió la entrada de sus herederos a su funeral. Quien aisló a Picasso hasta su muerte.
Frente a todos estos comentarios, encontramos el libro de Pepita Dupont, La vérité sur Jacqueline et Pablo Picasso, escrito en 2007 por una buena amiga de Jacqueline. El objetivo de este libro es “defender” a la última amante de Picasso de las acusaciones anteriores.

Citamos aquí literalmente un pasaje del libro de Dupont:
“Pero Jacqueline fue muy sensual, y con Picasso la química era inmediata. Había una fuerte complicidad, amor y erotismo. Y en ella, Picasso encontró todo lo que un hombre busca en una mujer: ella era al mismo tiempo su amante, su madre, su hermana, su cómplice y su musa”

Desde nuestro punto de vista, lejos de defenderla, Dupont legitima o justifica aquí la mala fama de Jacqueline. Dice entonces que ella era “todo lo que un hombre busca en una mujer”, y a continuación cita la retahíla habitual de tópicos propios del pensamiento misógino. La mujer que tiene que ser todo para su marido, pues ella por sí misma no es nadie. Su existencia sólo cobra sentido al ser en, su objetivo es convertirse en el perfecto atributo del hombre, y el amor que sienta hacia él debe ser enfermizo e incondicional. En un sucio juego freudiano se nos educa para recoger el testigo de la madre cuando esta ya se ha hecho demasiado mayor para encargarse del hombre

Y qué curioso aun así que asumiendo numerosos roles-responsabilidades y cuidando al hombre (porque una buena mujer cuida a su hombre), la mujer es el sexo débil, la que necesita protección. Una protección por la que pagamos un precio muy caro, incluso el más alto posible. Y después de todo, la única virtud de Jacqueline, como la de todas las musas de Picasso (excepto la audaz Françoise) fue aguantar. Aguantar a Picasso y sus desmanes, infidelidades, manipulaciones, maltratos.

Tan sólo hay que atender a lo que le dijo Picasso a Jacqueline al entrar en su casa tras haberse casado: “Has entrado en sacerdocio, me llamarás monseñor”. Estas dementes palabras no dejan ver sino la terrible carencia emocional que tenía el genio de Málaga, comportamiento enfermo que llevó a sus amantes a la locura, o al suicidio como en el caso de Jacqueline, quien en 1986 se pegó un tiro.

De nuevo se repite entonces el rol de minotauro (cuando se conocieron él tenía 71 años y ella 27) por el que Picasso anula completamente a la mujer que tiene a su lado y la somete hasta las últimas consecuencias, pues recordemos que su frase favorita era: "Yo, Picasso".




sábado, 18 de mayo de 2013

El legado de Gilot



De François Gilot no sólo conservamos sus propias obras, una excepcional producción artística que hoy en día continúa viva y en continuo crecimiento, como hemos podido ver anteriormente. Además de la influencia que produjo en Picasso, dejándonos de nuevo obras femeninas de la mano del pintor malagueño, conservamos la imagen distinguida de Gilot dentro de la vida de Picasso.

 La femme-fleur
Retrato de François Gilot por Pablo Picasso. (1946)




Un potente torrente que pasó por su vida, una mujer (la mujer) capaz de imponerse al genio, la fuerza en carne viva, la independencia. Esa es la imagen que nos deja la artista francesa dentro de la vida de Picasso. Esa es la verdadera fortuna que quizás nos deja Gilot  en la biografía del mujeriego artista (ya que todas formaron parte de su producción artística de una manera u otra), siendo punto de inflexión en su vida amorosa, cómo la misma François Gilot decía en una entrevista que os mostramos en una publicación anterior: Soy la única mujer que dejó a Picasso, la única que no se sacrificó al monstruo sagrado”. La primera que consiguió caminar por delante de Pablo Picasso, y no quedarse detrás.